Parte de mis vacaciones de verano las paso en el pueblo, donde me encuentro cíclicamente con familiares, amigos y… “amigas”.
Este pequeño relato trata sobre la amistad o más que amistad amor entre yo y esas “amigas”, particularmente una a la que yo cariñosamente llamo Julieta. Y es que estas amigas sí que son fieles y cariñosas, esa clase de amigas que no te olvidan por mucho que lleves un año sin verlas. Amigas de verdad de las que no dudan en jugarse su vida y su castidad con tal de demostrarte su cariño.
He de decir que estas amigas no viven dentro del pueblo, sino en las afueras y más concretamente en un camino por el campo que en verano frecuento diariamente para alegría de ellas y disgusto de sus maridos. Se unen a mí apenas me ven venir pues creo yo que me tienen cogida la hora y he de reconocer que cuando paseo con ellas me siento querido.
No son otras que mis amigas las moscas, jovencitas unas, maduritas otras, pesaditas las que mas, morenitas de pelo corto y gran salero que año a año no dejan de demostrarme su cariño y fidelidad.
Las conocí, o mejor dicho me conocieron pues no medio presentación años atrás y día tras día cuando salgo a pasear, están pendientes de mi llegada y no dudan un momento en venir a saludarme y acompañarme un buen tramo de camino.
Como he dicho anteriormente, cariñosas si son, pues intentan acariciarme continuamente la cara, incluso meterse por mis orificios tanto auditivos, orales y nasales provocando mi alegría, tanto es lo cerca que las gusta estar de mí.
Recíprocamente yo también las intento demostrar mi cariño y amistad e intento acariciarlas incluso a veces de una manera muy efusiva, sobre todo cuando se me posan sobre la cara pero ellas de momento se muestran desconfiadas y no se dejan acariciar sinónimo de haber recibido una casta educación sembrada de valores.
Alguna vez que ellas no han podido evitar mis caricias, por pura precipitación mía y sin querer causarlas daño alguno tan fuerte las he acariciado que era difícil ver de ellas otra cosa que no fueran sus tripas, momento este de satisfacción que recorre mi cuerpo de cabeza a los pies.
Para una de ellas sé que soy especial como ella lo es para mí. La llamo Julieta y sé que me quiere un montón. Es verme y venir hacia mí, siempre me espera en el mismo punto del camino, se posa en mi hombro me besa en la cara e incluso osadamente lo intenta en mis labios, lo intenta durante buena parte de mi paseo, incluso hay días que trae a sus amigas que son todas muy cariñosas igualmente, incluso un poco golfas diría yo pues sin conocerme intentan besarme ellas también y posarse en las partes carentes de ropa de mi cuerpo.
Yo igualmente las intento acariciar a todas especialmente a Julieta por el cariño que la tengo pero ella es especialmente esquiva. Algún día se que lograre acariciarla, cuando vayamos teniendo más confianza entre nosotros especialmente ella conmigo y sé fehacientemente que ese será un gran día, sobre todo para mí.
Un saludo: Mauro Al
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